Pide tu personaje

Lo siento, pero aún no puedo comprender en qué me servirá esto algún día; es como volver a la preparatoria, donde siempre acabas por quebrarte la espalda haciendo cosas inútiles. ¿Redacción para el estudio del movimiento en el cuerpo humano? Siempre creí que los doctores podrían siempre tener una letra horrible. Ya, que es broma. Sólo una broma.
Bien me han instruido a que el reporte debería de ser sobre cualquier cosa: largo, pero no tan largo, entretenido, pero no lleno de bromas. ¿Por qué debería de comprender lo que me piden, si por seguro, ni ustedes mismos deben de haberlo procesado por completo hasta ahora? Hace cinco años, mi profesora de Redacción (despiadada arpía), me preguntó lo que sería de grande. Le respondí que yo sería feliz, y me exigió otra respuesta, puesto que “de eso no se trataba”. No le respondí nada, pero ahora que lo pienso, me parece que la que no sabía de qué se trataban las cosas, era ella. Actualmente, es divorciada, sus hijos no lo dirigen la palabra y tiene un gato. Gomitas, me parece que se llama. Volviendo al centro de la idea, si, no comprendo el porqué de todo esto. No es como si a estas alturas no fuese capaz de redactar un escrito con orden y ortografía: vale que hay cada papa dentro de la Universidad, ¿pero acaso por tener cabello rubio y traer un balón en las manos, ya seré idiota? No, no. De donde yo vengo, a eso le llamamos discriminación; ¿y qué les pasa a las personas que discriminan? Nos comemos sus ojos con trocitos de piña.

Pasé por muchas etapas antes de elegir la profesión de la que algún día egresaré. Medicina general, veterinaria, arquitectura, deportes, comunicaciones; incluso alguna vez deseé ser cantante/modelo/actor: el problema fue que no sabía mentir, ni tenía una buena voz afinada, y aparentemente en mi cuerpo hay hartos cabellos y debía de quitármelos. Preferí ser heterosexual. Moverse, correr, patear un par de culos. Eso fue lo que en parte me dirigió a este lugar; lo demás, era la necesidad de transformar mis gustos a una profesión. No sé qué quiere que le diga: hice lo que hice porque, a fin de cuentas, mis cualidades no llenan siquiera un post-it. Soy inútil con los números, con los lienzos y con las computadoras. Tal vez no estaba destinado siquiera a estudiar algo, pero ya que me encuentro aquí, más vale sacarle un poco de leche a la cabra. No busco que le agrade mi forma de narrar las cosas, o que le cause gracia lo que digo: de cualquier forma, es usted un profesor, y todo mundo sabe que después de los treinta, el sentido del humor desaparece de las vidas de todo docente; pero no importa, ¿verdad? Nada importa.