Pide tu personaje

Situación: Desireé planea como seducir a Dean finalmente.
Prueba de rol:
Desireé se encontraba acompañada por sus compañeras de la facultad, esperando que dieran las 8 para que su clase iniciara, mientras tanto se encontraba en el pasillo hacia el salón de clases recargando su espalda en uno de los casilleros en una postura en la que muchos casi inevitablemente volteaban a verla mientras ella solo sonreía de una forma altiva, pero que los dejaba encantados, inalcanzable, así se sabía y disfrutaba serlo; sin embargo había alguien a quién deseaba por sobre todas las cosas, ella sabía que no lo quería, ahí no había amor. Solo era un absurdo capricho, una herida a su ego que debía sanar sí o sí. Aquél rechazo no se quedaría así, encontraría la forma de solucionarlo y eso sería mucho más rápido de lo que cualquiera de sus amigas y compañeros podría imaginar –Y… ¿ Están listas para hoy?, no acepto un ‘no’ por respuesta, se los había dicho hace días- les dijo a las chicas refiriéndose a los preparativos para seducir a ese beta que había osado rechazarla. –Por supuesto, Des.. sabes que esas ‘niñas bien’ no te llegan a los talones.- Desireé sonrió en parte porque la chica tenía razón y en otra porque estaba acostumbrada a escuchar comentarios aduladores la mayor parte del tiempo. No era que le desagradara, sencillamente estaba acostumbrada a ellos y algo de sinceridad hacia ella, lo agradecería. Aunque quizá no lo reconocería ante nadie, ni siquiera a ella misma.

Situación: Sean observando a una de las chicas de Alpha Gamma Omega en una fiesta Universitaria.
Vamos, mujer. Sabes perfectamente que te estoy mirando. Voltéate, enfréntame.
Qué cobarde eres. Infantil como chiquilla de quince años, sonrojándote desde la raíz del cabello hasta la punta de los pies. ¿Todavía no lo asumes, verdad? Ya no eres una niña pequeña. Eres una mujer, hecha y derecha. Mu-jer, ¿entiendes lo que digo?
Supongo que no. De lo contrario no andarías pavoneandote por la Universidad con el resto de tu fraternidad.
Fría no eres, no. Puedo jurarlo. Pondría las manos en el fuego por ti.
¿Por qué, me preguntaría el más acérrimo de los machistas?
Porque sé que deseas. Me deseas a mí, en este mismo instante. Quieres que yo sea el primero que roce tu piel esta noche, que te acaricie donde nadie pueda verte. Pero sabes que yo no lo quiero.

Lo que al principio comienza como simple curiosidad, va mutando rápida y peligrosamente a obsesión con el correr del tiempo. Me he transformado en un obseso, un loco. Desquiciado, tempano de hielo; llámame como quieras. No me molesta en absoluto, hasta creo que lo he asumido totalmente.
No obstante, a ti si. Te conozco lo suficiente como para asegurar que en ese instante sientes asco de ti misma por fijarte en el amargado que está sentado en las escaleras de la casa mirando con desprecio al o la que se atreva a acercase. Una repulsión tal que te recorre las entrañas, impidiéndote razonar con claridad durante más de dos segundos. Te odias por sentir lo que sientes, casi tanto como yo puedo odiar a más del setenta por ciento en esta fiesta, por estar engañando al hombre que te ama aunque sea sólo con el pensamiento. Las lágrimas mueren por salir, pero mediante un esfuerzo sobrehumano las retienes, consciente de que te estoy observando con frialdad y el mismo asco que sientes por ti misma.

Si todos fueran adivinos, ya estarías en problemas hace mucho, muchísimo tiempo. ¿Qué dirían tus compañeras de Fraternidad, y en especial, el cabeza de músculo de tu novio en caso de que descubrieran que el modelo de rectitud y confianza que generas no es más que una adolescente con la temperatura corporal a mil grados que sueña con tener sexo?
Probablemente se burlarían de ti. Tus nobles y desinteresados amigos no tardarían en hacerte saber lo decepcionados que están, y soltarían el clásico torrente de frasecitas hechas del tipo: “No esperábamos esto de ti” y “¿En qué estabas pensando?”
Pues en acostarse con Sean O'Donnell, imbéciles. Tan sencillo como eso. La verdad, es que yo no le veo nada de malo. Al fin y al cabo, ¿ninguno de ellos ha tenido alguna vez una fantasía subida de tono? ¿O acaso todos son santos y vírgenes? ¡Ja! Sí, claro. Cómo no.

OCC: Bueno, lo dejo hasta ahí por que me estoy yendo a una parte que no sé si está permitida en el foro. Espero que sea suficiente.

No pueden saberlo. No, definitivamente no pueden ni deben saberlo. Pero, qué es lo que nadie puede saber? ¿El hecho de que es más que una simple muchacha que busca llevarse el mundo por delante sin importarle a quién deba pasar? Eso todos lo saben, aceptan y se corren de su camino para evitar ser golpeados. Pero no, no es eso. ¿Es el saber que, si ella lo quiere, vas a terminar a sus pies y dejarte manejar como una simple e insignificante marioneta que se mueve a placer del titiritero? Tampoco. Lo que su verde mirada intenta esconder y que nadie ve, a menos que realmente quiera ver más allá, son las dudas. Dudas por todo lo que la rodea.

Su caminar se mantiene imperturbable, firme, mirando a todos por encima del hombro, tan típico de la rubia Alpha que apenas se percata que roba más miradas que antaño. Sabe que lo hace a cada paso, pero hoy no lo nota. O más bien no le importa. Por una vez su cabeza esta en otro lugar apartado de UCLA, ubicado en su futuro. ¿Qué querría ella de su futuro? O principalmente, qué querría ella de su presente? ¿De verdad, con 22 años, iba a seguir con esa inestabilidad que era su vida en todo sentido? Y la respuesta era sí. Obviamente que sí. Porque esa inestabilidad era la que le daba vida, la que la llenaba. Un artista debe hacer lo que sea para sentirse vivo y Ophal no iba a ser la excepción a esto. Al contrario, buscaría ser más que cualquier otro.

Y así, la vieja Ophal volvió a escena, con una sonrisa coqueta en esos labios que, para muchos, eran un maldito fruto prohibido. Su caminar se ralentizó, casi disfrutando la atención que recibía. Como siempre había sido. Una mirada para recorrer el pasillo, viendo quienes estaban allí y lo vio. Ese Zeta siempre estaba ahí, no sabía cómo pero siempre estaba donde ella. Le dedicó un guiño, sólo jugando, queriendo ganar el round del día. Pasó por su lado, aún con esa sonrisa coqueta, buscando tentarlo, pero, sorprendida, recibió solo.. ¿nada? ¿Nada, ni siquiera una mirada, una sonrisa, algo para decir 'Oh, si, ya te vi, rubia'? Nada. La sorpresa se notaba en su rostro, pero rápidamente desapareció. No iba a dejar que él arruinara su tarde solo por ignorarla. No le iba a dar esa gusto. Y en ese momento decidió que no pensaba pasar la noche sola..